Disertar sobre ciertos temas es, a la vez, cansino e
inevitable. Es como esos abismos que uno bordea con la consciencia de que no
debe de mirar para evitar que lo absorban pero acaba mirando y cayendo
fatalmente en sus profundidades.
Así es, tal cual, la actualidad política española. Una sima
de suficiente profundidad para matarnos pero cuyo fondo es claro y meridiano y
que bordeamos a la espera de precipitarnos en ella a tenor de los previsibles
resultados de las próximas elecciones.
Posiblemente yo me repita, seguro, pero es imposible no
repetirse ante la inmoral repetición de cabezas de lista, de programas y de líneas
rojas, blancas, amarillas y de todos los colores (que decía el inolvidable
Roberto Font), que desgranan cual mantra, a todas las horas, los pretendidos
líderes.
Ya lo cantaba Julio Iglesias, la vida sigue igual, e igual
seguirá después de unos comicios en los que las encuestas, y el sentido común,
vaticinan una continuidad de la situación actual. ¿Y después de las elecciones?
Pues ya que estoy lírico festivo voy a recurrir a una copla que cantaba mi
abuela y que entonces me hacía mucha gracia, ahora ya menos. Decía la canción:
-
¿De lo dicho, qué?
-
De lo dicho na
-
¿Pero no decían qué?
-
Decían pero na
-
¿Qué va a suceder si esto sigue asi? Te vas a
quedar solo p’a vestir santos del altar
No recuerdo más, ni falta que hace. Sustituyamos en la
última frase los santos del altar por “solo p’a decir a quien quieres votar” Y
ya tenemos otra exacta percepción coplera de la actualidad política española.
Pero si es que en el colmo de la desidia, de la pantomima,
del descaro más absoluto y chulesco, ¡hasta repiten muchos miembros de las
mesas electorales!
Claro que vistos los resultados de los últimos índices de la
economía España crece más en el desgobierno y sin oposición que cuando teníamos
de todo. Tal vez los señores candidatos deberían de pensar en tomar una
solución antes de que el pueblo reflexionemos con cierta profundidad sobre esta
lectura y tomemos determinaciones que a ellos no les gustarían.
Claro que para que se de esa circunstancia hay que partir de
dos supuestos altamente improbables: La capacidad de reflexión del pueblo y los
pretendidos inteligencia e interés de los llamados cabezas de listas.
Recurramos para acabar al refranero: “No hay dos sin tres”,
o cuatro, o …
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